LA SANTA BIBLIA,
EL NUEVO TESTAMENTO DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO
VERSIÓN DE CASIODORO DE
REINA (1569), REVISADA POR CIPRIANO DE VALERA (1602), OTRAS
REVISIONES: 1862, 1909 Y 1960
Primera Epístola Universal de
SAN JUAN APÓSTOL
Capítulo 1
La palabra de vida
1:1 Lo que era desde el principio, lo que hemos
oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos contemplado, y
palparon nuestras manos tocante al Verbo de vida
1:2 (porque la vida fue manifestada, y la hemos visto, y testificamos, y os
anunciamos la vida eterna, la cual estaba con el Padre, y se nos manifestó);
1:3 lo que hemos visto y oído, eso os anunciamos, para que también vosotros
tengáis comunión con nosotros; y nuestra comunión verdaderamente es con el
Padre, y con su Hijo Jesucristo.
1:4 Estas cosas os escribimos, para que vuestro gozo sea
cumplido.
Dios es luz
1:5 Este es el mensaje que hemos oído de él, y os anunciamos: Dios es luz, y no
hay ningunas tinieblas en él.
1:6 Si decimos que tenemos comunión con él, y andamos en tinieblas, mentimos, y
no practicamos la verdad;
1:7 pero si andamos en luz, como él está en luz,
tenemos comunión unos con otros, y la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia
de todo pecado.
1:8 Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a
nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros.
1:9 Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para
perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad.
1:10 Si decimos que no hemos pecado, le hacemos a él
mentiroso, y su palabra no está en nosotros.
Capítulo 2
Cristo, nuestro abogado
2:1 Hijitos míos, estas
cosas os escribo para que no pequéis; y si alguno hubiere pecado, abogado tenemos
para con el Padre, a Jesucristo el justo.
2:2 Y él es la propiciación por nuestros pecados; y no
solamente por los nuestros, sino también por los de todo el mundo.
2:3 Y en esto sabemos que nosotros le conocemos, si guardamos
sus mandamientos.
2:4 El que dice: Yo le conozco, y no guarda sus mandamientos, el tal es mentiroso, y la verdad no está en él;
2:5 pero el que guarda su palabra, en éste verdaderamente el amor de Dios se ha
perfeccionado; por esto sabemos que estamos en él.
2:6 El que dice que permanece en él, debe andar como
él anduvo.
El nuevo mandamiento
2:7 Hermanos, no os escribo mandamiento nuevo, sino el mandamiento antiguo que
habéis tenido desde el principio; este mandamiento
antiguo es la palabra que habéis oído desde el principio.
2:8 Sin embargo, os escribo un mandamiento nuevo, que
es verdadero en él y en vosotros, porque las tinieblas van pasando, y la luz
verdadera ya alumbra.
2:9 El que dice que está en la luz, y aborrece a su
hermano, está todavía en tinieblas.
2:10 El que ama a su hermano, permanece en la luz, y
en él no hay tropiezo.
2:11 Pero el que aborrece a su hermano está en tinieblas, y anda en tinieblas,
y no sabe a dónde va, porque las tinieblas le han
cegado los ojos.
2:12 Os escribo a vosotros, hijitos, porque vuestros pecados os han sido perdonados por su nombre.
2:13 Os escribo a vosotros, padres, porque conocéis al que es
desde el principio. Os escribo a vosotros, jóvenes,
porque habéis vencido al maligno. Os escribo a
vosotros, hijitos, porque habéis conocido al Padre.
2:14 Os he escrito a vosotros, padres, porque habéis conocido
al que es desde el principio. Os he escrito a vosotros, jóvenes, porque
sois fuertes, y la palabra de Dios permanece en
vosotros, y habéis vencido al maligno.
2:15 No améis al mundo, ni las cosas que están en el
mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no
está en él.
2:16 Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de
los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del
Padre, sino del mundo.
2:17 Y el mundo pasa, y sus deseos; pero el que hace la
voluntad de Dios permanece para siempre.
El anticristo
2:18 Hijitos, ya es el último tiempo; y según vosotros oísteis que el
anticristo viene, así ahora han surgido muchos
anticristos; por esto conocemos que es el último tiempo.
2:19 Salieron de nosotros, pero no eran de nosotros; porque
si hubiesen sido de nosotros, habrían permanecido con nosotros; pero salieron
para que se manifestase que no todos son de nosotros.
2:20 Pero vosotros tenéis la unción del Santo, y
conocéis todas las cosas.
2:21 No os he escrito como si ignoraseis la verdad,
sino porque la conocéis, y porque ninguna mentira procede de la verdad.
2:22 ¿Quién es el mentiroso, sino el que niega que Jesús es
el Cristo? Este es anticristo, el que niega al Padre y
al Hijo.
2:23 Todo aquel que niega al Hijo, tampoco tiene al Padre.
El que confiesa al Hijo, tiene también al Padre.
2:24 Lo que habéis oído desde el principio, permanezca en
vosotros. Si lo que habéis oído desde el principio
permanece en vosotros, también vosotros permaneceréis en el Hijo y en el Padre.
2:25 Y esta es la promesa que él nos hizo, la vida eterna.
2:26 Os he escrito esto sobre los que os engañan.
2:27 Pero la unción que vosotros recibisteis de él permanece en vosotros, y no
tenéis necesidad de que nadie os enseñe; así como la
unción misma os enseña todas las cosas, y es verdadera, y no es mentira, según
ella os ha enseñado, permaneced en él.
2:28 Y ahora, hijitos, permaneced en él, para que cuando se
manifieste, tengamos confianza, para que en su venida no nos alejemos de él
avergonzados
2:29 Si sabéis que él es justo, sabed también que todo el que hace justicia es
nacido de él.
Capítulo 3
Hijos de Dios
3:1 Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para
que seamos llamados hijos de Dios; por esto el mundo no nos conoce, porque no
le conoció a él.
3:2 Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos
de ser; pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él,
porque le veremos tal como él es.
3:3 Y todo aquel que tiene esta esperanza en él, se
purifica a sí mismo, así como él es puro.
3:4 Todo aquel que comete pecado, infringe también la ley; pues el pecado es
infracción de la ley.
3:5 Y sabéis que él apareció para quitar nuestros pecados, y
no hay pecado en él.
3:6 Todo aquel que permanece en él, no peca; todo aquel que peca, no le ha
visto, ni le ha conocido.
3:7 Hijitos, nadie os engañe; el que hace justicia es justo, como
él es justo.
3:8 El que practica el pecado es del diablo; porque el
diablo peca desde el principio. Para esto apareció el Hijo de Dios, para
deshacer las obras del diablo.
3:9 Todo aquel que es nacido de Dios, no practica el pecado,
porque la simiente de Dios permanece en él; y no puede pecar, porque es nacido
de Dios.
3:10 En esto se manifiestan los hijos de Dios, y los hijos del
diablo: todo aquel que no hace justicia, y que no ama a su hermano, no es de
Dios.
3:11 Porque este es el mensaje que habéis oído desde
el principio: Que nos amemos unos a otros.
3:12 No como Caín, que era del maligno y mató a su
hermano. ¿Y por qué causa le mató? Porque
sus obras eran malas, y las de su hermano justas.
3:13 Hermanos míos, no os extrañéis si el mundo os aborrece.
3:14 Nosotros sabemos que hemos pasado de muerte a vida, en
que amamos a los hermanos. El que no ama a su hermano,
permanece en muerte.
3:15 Todo aquel que aborrece a su hermano es homicida; y
sabéis que ningún homicida tiene vida eterna permanente en él.
3:16 En esto hemos conocido el amor, en que él puso su vida
por nosotros; también nosotros debemos poner nuestras vidas por los hermanos.
3:17 Pero el que tiene bienes de este mundo y ve a su
hermano tener necesidad, y cierra contra él su corazón, ¿cómo mora el amor de
Dios en él?
3:18 Hijitos míos, no amemos de palabra ni de lengua,
sino de hecho y en verdad.
3:19 Y en esto conocemos que somos de la verdad, y
aseguraremos nuestros corazones delante de él;
3:20 pues si nuestro corazón nos reprende, mayor que nuestro corazón es Dios, y
él sabe todas las cosas.
3:21 Amados, si nuestro corazón no nos reprende, confianza
tenemos en Dios;
3:22 y cualquiera cosa que pidiéremos la recibiremos de él, porque guardamos
sus mandamientos, y hacemos las cosas que son agradables delante de él.
3:23 Y este es su mandamiento: Que creamos en el
nombre de su Hijo Jesucristo, y nos amemos unos a otros como nos lo ha mandado.
3:24 Y el que guarda sus mandamientos, permanece en Dios, y
Dios en él. Y en esto sabemos que él permanece en nosotros, por el
Espíritu que nos ha dado.
Capítulo 4
El Espíritu de Dios y el espíritu del anticristo
4:1 Amados, no creáis a todo espíritu, sino
probad los espíritus si son de Dios; porque muchos falsos profetas han salido por el mundo.
4:2 En esto conoced el Espíritu de Dios: Todo espíritu que confiesa que
Jesucristo ha venido en carne, es de Dios;
4:3 y todo espíritu que no confiesa que Jesucristo ha venido en carne, no es de
Dios; y este es el espíritu del anticristo, el cual
vosotros habéis oído que viene, y que ahora ya está en el mundo.
4:4 Hijitos, vosotros sois de Dios, y los habéis vencido;
porque mayor es el que está en vosotros, que el que está en el mundo.
4:5 Ellos son del mundo; por eso hablan del mundo, y
el mundo los oye.
4:6 Nosotros somos de Dios; el que conoce a Dios, nos oye; el
que no es de Dios, no nos oye. En esto conocemos el
espíritu de verdad y el espíritu de error.
Dios es amor
4:7 Amados, amémonos unos a otros; porque el amor es
de Dios. Todo aquel que ama, es nacido de Dios, y conoce a
Dios.
4:8 El que no ama, no ha conocido a Dios; porque Dios es
amor.
4:9 En esto se mostró el amor de Dios para con nosotros, en que Dios envió a su
Hijo unigénito al mundo, para que vivamos por él.
4:10 En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado
a Dios, sino en que él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiciación
por nuestros pecados.
4:11 Amados, si Dios nos ha amado así, debemos también
nosotros amarnos unos a otros.
4:12 Nadie ha visto jamás a Dios. Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros, y su amor se ha
perfeccionado en nosotros.
4:13 En esto conocemos que permanecemos en él, y él en nosotros, en que nos ha
dado de su Espíritu.
4:14 Y nosotros hemos visto y testificamos que el Padre ha
enviado al Hijo, el Salvador del mundo.
4:15 Todo aquel que confiese que Jesús es el Hijo de Dios,
Dios permanece en él, y él en Dios.
4:16 Y nosotros hemos conocido y creído el amor que Dios tiene para con
nosotros. Dios es amor; y el que permanece en amor, permanece
en Dios, y Dios en él.
4:17 En esto se ha perfeccionado el amor en nosotros, para que tengamos
confianza en el día del juicio; pues como él es, así
somos nosotros en este mundo.
4:18 En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa
fuera el temor; porque el temor lleva en sí castigo. De
donde el que teme, no ha sido perfeccionado en el amor.
4:19 Nosotros le amamos a él, porque él nos amó
primero.
4:20 Si alguno dice: Yo amo a Dios, y aborrece a su hermano, es mentiroso. Pues el que no ama a su hermano a quien ha visto, ¿cómo puede amar
a Dios a quien no ha visto?
4:21 Y nosotros tenemos este mandamiento de él: El que
ama a Dios, ame también a su hermano.
Capítulo 5
La fe que vence al mundo
5:1 Todo aquel que cree que Jesús es el Cristo, es nacido de Dios; y todo aquel
que ama al que engendró, ama también al que ha sido engendrado por él.
5:2 En esto conocemos que amamos a los hijos de Dios, cuando
amamos a Dios, y guardamos sus mandamientos.
5:3 Pues este es el amor a Dios, que guardemos sus
mandamientos; y sus mandamientos no son gravosos.
5:4 Porque todo lo que es nacido de Dios vence al mundo; y esta es la victoria
que ha vencido al mundo, nuestra fe.
5:5 ¿Quién es el que vence al mundo, sino el que cree
que Jesús es el Hijo de Dios?
El testimonio del Espíritu
5:6 Este es Jesucristo, que vino mediante agua y sangre; no mediante agua
solamente, sino mediante agua y sangre. Y el Espíritu es el
que da testimonio; porque el Espíritu es la verdad.
5:7 Porque tres son los que dan testimonio en el cielo: el Padre, el Verbo y el
Espíritu Santo; y estos tres son uno.
5:8 Y tres son los que dan testimonio en la tierra: el Espíritu, el agua y la
sangre; y estos tres concuerdan.
5:9 Si recibimos el testimonio de los hombres, mayor es el testimonio de Dios;
porque este es el testimonio con que Dios ha
testificado acerca de su Hijo.
5:10 El que cree en el Hijo de Dios, tiene el
testimonio en sí mismo; el que no cree a Dios, le ha hecho mentiroso, porque no
ha creído en el testimonio que Dios ha dado acerca de su Hijo.
5:11 Y este es el testimonio: que Dios nos ha dado
vida eterna; y esta vida está en su Hijo.
5:12 El que tiene al Hijo, tiene la vida; el que no tiene al
Hijo de Dios no tiene la vida.
El conocimiento de la vida eterna
5:13 Estas cosas os he escrito a vosotros que creéis en el nombre del Hijo de Dios, para que sepáis que tenéis vida eterna, y
para que creáis en el nombre del Hijo de Dios.
5:14 Y esta es la confianza que tenemos en él, que si pedimos
alguna cosa conforme a su voluntad, él nos oye.
5:15 Y si sabemos que él nos oye en cualquiera cosa que
pidamos, sabemos que tenemos las peticiones que le hayamos hecho.
5:16 Si alguno viere a su hermano cometer pecado que no sea
de muerte, pedirá, y Dios le dará vida; esto es para los que cometen pecado que
no sea de muerte. Hay pecado de muerte, por el cual yo no digo que se
pida.
5:17 Toda injusticia es pecado; pero hay pecado no de muerte.
5:18 Sabemos que todo aquel que ha nacido de Dios, no
practica el pecado, pues Aquel que fue engendrado por Dios le guarda, y el
maligno no le toca.
5:19 Sabemos que somos de Dios, y el mundo entero está bajo
el maligno.
5:20 Pero sabemos que el Hijo de Dios ha venido, y nos ha dado entendimiento
para conocer al que es verdadero; y estamos en el verdadero, en su Hijo
Jesucristo. Este es el verdadero Dios, y la vida eterna.
5:21 Hijitos, guardaos de los ídolos.
Amén.